Sobre nosotras

La Red Feminismo(s), cultura y poder. Diálogos desde el sur es un espacio de articulación, sinergias y trabajo colectivo feminista, libre, autónomo y políticamente situado en el sur, bajo la consigna de hacer críticas a la geopolítica del conocimiento de y desde nuestros lugares –o no lugares– de trabajo académico y activista en pro de consolidar una propuesta de red que no se inscriba exclusivamente en el mundo académico, sus relaciones de poder y su burocracia.

En este sentido, la red no es sólo un espacio sino la acción misma de construir redes epistemológicas y de trabajo político activista por las cuales desplazarnos para contribuir a la discusión sobre la producción de conocimiento e intervención en países subalternos, afrontando la responsabilidad que tienen al respecto las mujeres e identidades disidentes asumidas como feministas y cuyo locus de enunciación es la relación entre cultura y poder.

 

Reafirmamos desde esta postura la vigencia de las prácticas intelectuales cuyo principio y fin es la transformación social, a las que consideramos inseparables de una perspectiva descolonizadora en la academia.

De genealogías pasando por malestares

La red nace en el encuentro  realizado con tal propósito, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, en el Cesmeca-Unicach, en el mes de octubre de 2019. Allí decidimos dar un impulso institucional a la red como iniciativa inter-unidades de la Universidad Autónoma Metropolitana (Azcapotzalco, Cuajimalpa, Iztapalapa y Xochimilco) a la que se articulan mediante adhesión académicas de otras instituciones de educación superior nacionales y extranjeras e integrantes de organizaciones de la sociedad civil, con el propósito de abordar desde epistemologías feministas las relaciones entre cultura y poder.

En San Cristóbal partimos de varios malestares compartidos.

El primero tiene que ver con nuestra situación como académicas feministas y lo que ello ha implicado en nuestra trayectoria intelectual y de militancia. Nos referimos, en especial, a la desvalorización de nuestro trabajo, su poca difusión y las persecuciones y violencia a las cuales nos enfrentamos cuando somos críticas al poder patriarcal y colonial que habita en las instituciones académicas. Por ello, creemos más que necesario –y aspiramos– a construir un espacio de diálogo entre mujeres que incluya nuestras inquietudes y trayectorias y que sea abierto, es decir al que podamos entrar y salir en el sentido de nuestra participación activa en la agenda colectiva y donde nuestros intereses, motivaciones y pasiones encuentren un lugar de realización creativo, colectivo, respetuoso y rebelde. 

De allí se desprende que las formas de articulación entre nosotras (nuestros intereses y expectativas de diálogo) se basan en el respeto a las diferencias y diversidades y están en permanente construcción mediante el diálogo y el cuidado mutuo, en este sentido consideramos a la Red como un espacio para acuerparnos y apoyarnos. Por ello, la red también debe ser un espacio de sanación, desahogo y amistad política, donde podamos fluir entre los espacios que necesitamos okupar –la academia, por ejemplo– y aquellos donde somos quienes somos –la militancia fuera de la academia, por ejemplo–.

Un segundo malestar tiene que ver con la banalización constante sobre el trabajo feminista y con mujeres y las hegemonías que lo cruzan. Nosotras deseamos trabajar con mujeres como mujeres, viendo a las mujeres como sujetos políticos activos, históricos, con agencia, que también nos reflejan. Desde el feminismo trabajamos con otras que somos nosotras, por ello es importante la conciencia de hacer inteligible la propia existencia, asumiendo la importancia de la propia historia de vida reconociendo los procesos que permitieron ser lo que somos. Una existencia de clase, racializada y en un contexto determinado, pero también hecha de malestares que muchas veces no se pueden verbalizar. 

De allí la importancia de una escritura posicionada en el contexto, desde la experiencia y que se alimente de perspectivas epistemológicas, políticas y ontológicas que nos permitan diálogos honestos sur-sur para la construcción de una agenda de encuentro abierta, crítica, creativa y colectiva. Por ello, también asumimos la categoría “mujeres” de manera estratégica, sin perder de vista que no apostamos a un sentido esencialista de la misma, sino como una construcción histórica, social, política, cultural que nos es útil para comprender quiénes somos, qué queremos y cómo llegamos a ser lo que somos en un esfuerzo, en específico, que pretende evitar la cooptación de nuestras luchas por actores, instituciones e intereses que nada tienen que ver con nosotras.

 

En ese sentido, la reflexión sobre nuestra forma de organización y las formas de vinculación con las instituciones donde laboramos y las que operan sobre nuestro trabajo intelectual es constante y crítica. Y es aquí donde se ubica un tercer malestar que se relaciona con el sentido de lo que se entiende hegemónicamente como cultura; en especial, las lecturas disciplinares que han creado un concepto estático e inmune, en cierto sentido, al poder. En efecto, para nosotras la cultura es una categoría de análisis y acción política y, al mismo tiempo, nuestro campo de batalla que sólo es posible por el poder y en el poder. Por eso nos posicionamos al considerar a la cultura como relaciones de poder que dan cuenta de cómo es vivido el mundo, de cuáles son los efectos materiales y discursivos de los regímenes de poder en las realidades cotidianas de las personas y cuáles son las acciones dadas en prácticas concretas de transformación y de emancipación.